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Norbertinos de la Abadía de San Miguel (Orange, EEUU) |
Carisma y
espiritualidad de la Orden
El
género de vida que San Norberto y sus primeros compañeros querían imitar era el
de la vida apostólica. Es decir, aquel estilo de vida que Jesús había llevado
con sus Apóstoles y que después sería característico de la primera comunidad
cristiana como reflejan los Hechos de los
Apóstoles: tener un solo corazón y una sola alma; tener todas las cosas en
común; perseverar en la enseñanza de los Apóstoles; permanecer unidos en
oración con María, Madre de Jesús; compartir el Pan; dar testimonio de la
Resurrección de Cristo con palabras y obras, etc., (cf. Hechos 1, 13-14; 2,
42-47; 4, 31-35; 6, 1-7...).
Para
llevar a cabo este ideal, Norberto unió la vida monástica con la cura de almas,
viendo en esta combinación la mejor manera de imitar la vida de Jesús con sus
Apóstoles y la de los primeros cristianos. Por Regla asumió la de San Agustín
por ser la que más se ajustaba a tal fin y para las costumbres propias de la
Abadía de Prémontré y de las casas que se fundarían se inspiró en la Carta Caritatis (aprobada en 1118) de
San Bernardo de Claraval para la Orden Cisterciense (fundada en 1098). Su
sucesor al frente de Prémontré y amigo, el Beato Hugo de Fosses, se encargaría
de sistematizar la normativa premonstratense en los Estatutos de la Orden. Ahora bien, si los monjes estaban llamados a
vivir en la reclusión de sus monasterios, los Canónigos de Prémontré estaban
llamados a salir de los suyos para evangelizar con palabras y obras.
Los
cinco tradicionales fines de la Orden de Prémontré son:
-
Laus
Deo in choro: Dedicados a la celebración pública y digna de la
Eucaristía y del Oficio Divino (Liturgia de las Horas).
-
Zelus
animarum: Saliendo al encuentro de las almas en el mundo y “preparados para toda buena obra” (lema
de la Orden).
-
Spiritus iugis poenitentiae: El estilo interno de vida en las casas es monástico y
orientado al rigor de vida en la oración, la penitencia, el trabajo manual, el
silencio, etc.
-
Cultus
Eucharisticus: Norberto defendió la Presencia Real de Jesús en la
Eucaristía frente a las herejías y transmitió este amor por el Santísimo
Sacramento a sus hijos.
- Cultus
Marianus: La Orden presentó desde sus inicios un acentuado amor filial
por la Virgen María, en cuyo honor visten hábito blanco y se consagran la
mayoría de las casas de la Orden.
A
día de hoy la Orden desea vivir este mismo espíritu, adaptado a los tiempos y
las necesidades actuales de la Iglesia, en fidelidad a la herencia recibida y
según el ejemplo de los Santos de la Orden.
La vida en la abadía
La casa residencial donde viven los canónigos regulares se denomina canónica (o canonía). Según el modelo de organización y gobierno que los Premonstratenses adaptaron del Císter, estas canonías se constituyen en abadías. Cada abadía de la Orden de Prémontré es autónoma (domus sui iuris) y está gobernada por un abad (con derecho a insignias pontificales). Cuando una vocación ingresa en la Orden se comprende que lo hace para una abadía en particular (stabilitas loci): pertenece a esa comunidad concreta y a esa casa en particular. Las abadías pueden fundar casas más pequeñas que se denominan prioratos para la atención pastoral de una zona lejana a la abadía o como germen de una futura abadía independiente.
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Norbertinos de Roggenburg (Alemania) |
La
abadía es el lugar donde el Premonstratense se llena de Dios para luego darlo a
los demás. Para ello son de gran ayuda las observancias y costumbres monásticas
que los Premonstratenses viven al interior de sus claustros. Su misión primordial
es unirse a la alabanza unánime de la Iglesia a Dios Trino a través de la
Liturgia de las Horas. El Oficio Divino y la celebración del Santo Sacrificio constituyen
el centro de la vida en la abadía. Los Premonstratenses cantan en coro las
Horas Canónicas de modo público para que los fieles puedan unirse a la alabanza
divina. Y deben hacerlo observando con fidelidad las normativas litúrgicas de
la Iglesia, procurando manifestar siempre en los oficios religiosos la belleza
y la majestad de Dios (cuidando el canto, los objetos para el culto, el lugar
sacro en sí, las tradicionales formas externas de reverencia y recogimiento,
etc.). Junto a esta liturgia pública, enriquecen su amistad con Cristo a través
de los momentos de oración personal, lectio divina y devociones propias de la
Orden. Todo esto queda normativizado en el horarium,
que depende de una abadía a otra, según el número de sus miembros, el
apostolado que realicen o el estilo de la misma (hay abadías “tradicionales” y
otras que lo son menos).
El
trabajo manual es otro de los pilares de la vida premonstratense. Los
Norbertinos comparten el espíritu de trabajo monástico y dedican un tiempo
diario al trabajo manual en la manutención de la casa, el cultivo de las
tierras de labranza y los oficios particulares (portero, hospedero, sacristán,
bibliotecario, cocinero, etc.) que el abad les haya encomendado. Normalmente,
cada abadía también se especializa en un trabajo particular o varios con los que
poder colaborar al mantenimiento de las casas y la comunidad: encuadernación de
libros, producción de dulces artesanos, elaboración de quesos, licores y miel,
ganadería, etc.
Finalmente,
la abadía es el lugar donde se edifica la Iglesia doméstica. En la abadía todos
son hermanos, hijos de un mismo Padre, y fraternas deben ser sus relaciones.
Llamados a “tener un solo corazón y una sola alma”, los Norbertinos deben
cultivar las relaciones personales con espíritu sobrenatural de fe y también
cultivar una sana amistad evangélica entre ellos. Los momentos de recreación,
el trabajo conjunto y el día a día jalonado de alegrías y tristezas como en cualquier hogar, hacen de la abadía una auténtica familia de hijos de Dios y
hermanos convocados por Él.
El apostolado activo
Los
Norbertinos atienden a la Iglesia local principalmente a través del servicio
pastoral en parroquias. San Norberto fue un célebre predicador itinerante y con
mayor o menor intensidad se dedicó a esta labor desde su conversión hasta su
ordenación como obispo. Sin embargo no hizo de la predicación un rasgo
distintivo de la Orden (como sí lo hizo más tarde Santo Domingo de Guzmán). Los
primeros Premonstratenses se dedicaron pastoralmente a la predicación y
atención pastoral desde sus abadías (la mayoría en el contexto rural o alejadas
prudentemente de las ciudades), y no fue hasta 1176 que una abadía de la Orden
recibió una iglesia parroquial bajo su tutela. En 1188 Clemente III vinculó expresamente
el ministerio parroquial al apostolado de la Orden, constituyendo una novedad: que
el estado de perfección que suponía la vida religiosa no estaba obligado a disociarse
de la realidad cotidiana del mundo (como sucedía con los monasterios
contemplativos). Era posible casar claustro y plaza, unir la dedicación al
culto divino con el ministerio pastoral.
Según
las abadías y los talentos propios de cada uno de sus miembros, el apostolado
norbertino también se realiza en capellanías de hospitales, residencias y casas
religiosas, organización y dirección de retiros espirituales, colaboración en
entidades culturales y de investigación, colegios y residencias de estudiantes...
y otras obras para mayor provecho del prójimo.